Se convierte en un fijo en el eje de la defensa y anota hasta tres goles -uno en cada competición- en los 45 partidos en los que participa. De la mano del técnico Josep Guardiola, Piqué se convirtió en uno de los activos más importantes para la defensa azulgrana. El 13 de mayo de ese año fue titular en la final donde su equipo se proclamó campeón de la Copa del Rey, partido que venció por 1-4 al Athletic Club.